Tuesday, October 18, 2011

Esa cosa rara llamada viajar

Ultimamente no hay vuelo en el que no me toque un extraño especimen de pasajero como compañero de vuelo. Es cuando viajo que me doy cuenta de que la gente no es normal. Para mi, entrar en un avión, escoger un asiento y sentarme no resulta una tarea con mucho misterio, pero para algunos parece ser una misión imposible.

Como azafata de vuelo de una aerolínea 'low-cost', me he visto expuesta a un abanico de experiencias y personajes variopintos, y he de decir, sin ánimo de ofender a mis compatriotas, que el pasajero español es verdaderamente, un caso aparte.

Mi último viaje es un ejemplo perfecto de este extraño comportamiento que algunos españoles adoptan a la hora de tomar un avión. Me gusta el aeropuerto de Stansted; sus suelos enmoquetados parecen absorber los chillidos de los niños, las discusiones y demás sonidos que tienden a hacer eco en nuestros oídos en los aeropuertos. Me gusta sentarme en los sofás de Starbucks, tomarme un café y observar a la muchedumbre. No quiero exagerar pero, siempre son los pasajeros españoles los que se congregan delante de la pantalla de salidas, indignados porque la puerta de embarque de su vuelo aún no ha aparecido - sin percatarse de que aún quedan dos horas para el despegue de dicho avión, y de que los números de las puertas van apareciendo sucesivamente, en acorde con el paso del tiempo. Con una mezcla de risa e irritación, contemplo cómo se preparan para el evento deportivo del año, pataleando el suelo y respirando hondo, listos para salir pitando nada más aparezca el número de la mágica puerta.

Esta vez se trata de un matrimonio con hijos, con una determinación de acero por llegar a la meta y conseguir puesto en primera fila. Mientras Papá y Mamá corren ansiosos apenas mirando atrás, los peques se pelean con las maletas de ruedas, que se dan la vuelta en las escaleras mecánicas con la prisa. ¡Qué orgullo y qué felicidad ser los primeros de la cola! Mientras Mamá y Papá intentan recuperar el aliento, sus pequeños se sientan en las maletas, mirándose entre sí y dándose una enhorabuena silenciosa, sin percatarse de estar erróneamente ocupando la fila de 'Prioridad' y dando ejemplo al resto de pasajeros, que también empiezan a ocupar la fila equivocada.

La carrera no acaba aquí; aún hay que llegar al avión... Como con miedo de que el avión se despida sin ellos, después de entregar la tarjeta de embarque, la familia se abalanza por las puertas abiertas, no sea que los pasajeros con billete prioritario vayan a arrebatar todos los asientos disponibles.

Sinceramente, prefiero trabajar que viajar como pasajera. Cuando trabajo puedo observar el panorama desde una distancia segura. La majestuosa entrada de mis pasajeros trae consigo la insistencia en ocupar los asientos que han sido bloqueados por medio de las mesillas bajadas, aún cuando la cabina está prácticamente vacía; la terrible decisión que es elegir sentarse entre la fila 11 o la fila 12, comprobando que las ventanillas, los asientos y la moqueta no sean diferentes; el excesivo esfuerzo de colocar la maleta en los compartimentos superiores, para volver a bajarla repetidas veces en búsqueda del bocata, el periódico, u otros accesorios esenciales.

Me doy cuenta de que esta entrada suene un tanto agresiva y hostil por mi parte, pero después de estar sentada al lado de un hombre que no dejó de hacer clic-clic con su boli durante la totalidad de un vuelo, digamos que me vino la inspiración. Es curioso cómo viajar puede transformar a gente aparentemente normal, haciendo resaltar neurosis, manías, tic y malos modales. Quizá sean los síntomas de no sentirse seguro, de encontrarse en una especie de limbo, en tránsito, desarraigado; ese algo que va ligado a los aplausos eufóricos de los pasajeros nada más tocar tierra, contentos de haber llegado a casa sanos y salvos. De cualquier modo, mi intención no es quejarme, sino hacer una observación - en realidad aprecio la humanidad de dicho comportamiento, y las anécdotas que proporciona resultan siempre un buen tópico de conversación. Me tranquiliza saber que no todos saben volar eficientemente, y que la creciente impersonalidad de las grandes aerolíneas 'low-cost' se vea desafiada por estas peculiaridades e imperfecciones humanas.

Saturday, October 8, 2011

Los mejores brownies del mundo

Uno de mis objetivos en esta vida es encontrar el brownie perfecto. Antes solía ir de cafetería en cafetería, en búsqueda de ese brownie único, crujiente por fuera y pegajoso por dentro, empalagoso pero no muy pesado tampoco, pero siempre me decepcionaban.Tras años de dura búsqueda ¡por fin he dado con la receta definitiva!

Ingredientes
185g mantequilla
185g chocolate negro
85g harina
40g cacao
50g chocolate blanco
50g chocolate con leche
3 huevos
275g azúcar blanquilla

Método
1. Se trocea el chocolate negro y la mantequilla en un cuenco al baño maría (sobre un cazo al fuego con agua hirviendo - sin que el cuenco esté en contacto con el agua). Se remueve ocasionalmente hasta que la mezcla se haya derretido. Dejamos el cuenco a un lado hasta que la mezcla quede a temperatura ambiente.
2. Mientras esperas a que la mezcla se enfríe, precalienta el horno a 170º y prepara un recipiente para hornear con papel vegetal, engrasándolo bien para que el brownie no se pegue. Ahora tamiza la harina y el cacao en un cuenco mediano.
3. Trocea el chocolate blanco y el chocolate con leche usando un cuchillo afilado; los pedazos no tienen porque ser diminutos. En un cuenco aparte rompemos los huevos y añadimos el azúcar, y con unas barillas eléctricas batimos a máxima potencia durante 3-8 minutos, hasta obtener una mezcla gruesa y cremosa, pálida y doblada en volumen.
4. Ahora vierte esta mezcla en el cuenco del chocolate derretido remueve cuidadosamente con una espátula o cuchara de madera, haciendo trazos en forma de 8 hasta que no haya diferencia de color y las dos mezclas se hayan unido. Ahora vuelve a tamizar la harina y el cacao por encima del cuenco en el que hemos estado trabajando, y de nuevo, remueve haciendo trazos en forma de 8. Obtendrás una pasta gruesa y pegajosa, y te será imposible resistirte a probarla cruda. Finalmente, añade los pedazos de chocolate, remueve, y vierte la masa en el recipiente preparado, aplanando la superficie con una espátula. Hornea los brownies durante 25 minutos. Sabrás cuando están listos al menear el recipiente y ver que la masa no se tambalea.
5. Al sacarlos del horno, espera a que se hayan enfriado completamente para quitarlos del recipiente y cortarlos. ¡Y a disfrutar!

Lasaña casera


Ayer decidí hacer lasaña casera con motivo de bienvenida para Toni, que volvía de Alicante. Tenía todo el día por delante para preparala, y creédme, esta receta tarda lo suyo, y además requiere un poco de "multi-tasking" como dirían los ingleses, es decir, hacer varias cosas a la vez.
En principio la iba a hacer vegetariana, con calabaza, berenjena, pimiento rojo y demás verduras, que se asan en el horno 1hora y quedan deliciosas. Pero no sé qué pasó en el supermercado pero no pude encontrar ni uno los vegetales solicitados. Opté entonces por la lasaña tradicional, que está igual de rica.

Ingredientes
Para la carne
1 cebolla picada
una pizca de hierbas provenzales
400g de carne picada
1 vaso de vino tinto
1 frasco de tomate frito
200ml de caldo de buey

Para la bechamel
1/2l de leche
1/2 cebolla
2 hojas de laurel
una pizca de nuez moscada
25g de mantequilla
25g de harina

Para la lasaña
7 hojas de lasagna
queso rallado
1 pimiento
250g de champiñones
200g de tomates cherry
mantequilla



Método
1. En primer lugar se asan los champiñones, los tomates cherry y el pimiento en el horno precalentado a 200º. Cuanto más tiempo se tengan asando más blandos y dulces estarán. Los pondremos en una fuente con aceite de oliva, sal y hierbas para intensificar su sabor.

2. Proseguiremos con la salsa de carne. En primer lugar freímos la cebolla picada en un poco de aceite y salpimentamos. La freímos a fuego lente durante unos 15 minutos y a continuación añadimos una pizca de hierbas provenzales y freímos unos 2 minutos más. Añadimos la carne y la freímos hasta que todo el líquido de la carne se haya evaporado. Agregamos el vaso de vino, el frasco de tomate y el caldo y lo dejamos cocinar de 30-40 minutos, hasta que la salsa haya espesado.

3. Mientras se hace la salsa de carne comenzamos a elaborar la bechamel. Este paso requiere tus dos manos y la habilidad de remover y remover. ¡Sin parar! En primer lugar se cuece la leche con las hojas de laurel, la cebolla y la nuez moscada hasta que llegue a hervir. En un cazo diferente se deshace la mantequilla y se le añade la harina removiendo constantemente, y se va agregando la leche del otro cazo poco a poco. Es importante no dejar de revolver la mezcla, ya que se formarán grumos sino.


4. Una vez hecha la bechamel, hervimos las láminas de pasta durante unos pocos minutos - se le puede añadir un poco de aceite al agua para que no se peguen. Cuando estén hechas se ponen en una trapo limpio para que se sequen. Ya podemos empezar a elaborar la lasaña con sus diferentes capas. En primer lugar, cubrimos el fondo de un recipiente para hornear con un tercio de la bechamel, seguido de las láminas de pasta, seguido de un puñadito de queso rallado.

5.  A continuación añadimos la salsa de carne, y parte del pimiento, tomate y champiñones asados. Repetimos el proceso dos veces hasta que se nos hayan acabado los ingredientes. La última capa debería ser la bechamel, a la que le añadiremos más queso y un poco de mantequilla, para mejorar el gratén. Metemos la lasaña en el horno durante 30 minutos, y ¡listo!